lunes, 19 de marzo de 2012

Para levantar el vuelo ó la poesía de Samuel Pérez García.


Rubén De Leo Martínez.


A cada uno de nosotros llega el recuento de la vida. Al poeta filósofo Samuel Pérez García fue tempranísimo en La Sal de la Vida, poemario de reminiscencias amorosas, del enfrentamiento a la muerte, pero de enorme revelación de vuelo.

Editado bajo el sello Temoayán, en recuerdo de nuestro mítico lugar llamado Temoyo, aquí en Acayucan, La Sal de la Vida viene a darle sabor a la poesía de la región del sur veracruzano, sotaveño e istmeño también.

En este libro de poemas seleccionados –escritos en distintos momentos- el vértigo tempo no da cabida a la vaciedad; por el contrario, hay una especie de saciedad temática que el propio autor descubre a lo largo de su trayectoria poética. En ese devenir degusta el sabor marino como condimento a su existencia humana, pero también a su condición bárdica.

“¿Qué querrá decir?”, me fustigará en este momento con su mirada. Quiero expresarle a Samuel que ha dado el paso que todo poeta maduro da en un momento  de redescubrimiento: abandona su vieja vestidura para revestirse de la verdadera esencia poética: el vuelo. Lo terrenal por tiempo es su impulso, no  mero pretexto, si no que, en su intuición poética –avasallada por el razonamiento filosófico y su  desbocamiento por la vida- transciende a lo etéreo no como mística ni metafísica, sino como poeta de altos vuelos. El inicio del poemario es contundente esta tesis: una luna sombría en otras bocas, es el viaje confrontado, al que todos emprenderemos un día.

De no tener vuelo el poeta, no habría palabra, señala María Zambrano en su famoso ensayo Filosofía y Poesía.

De este modo, es la enunciación y anunciación de la palabra  la que marca su andar poético en ese devenir muchas veces errante y otras, en la zozobra del naufragio, como pasar estrechos con los riesgos del encalle. La imagen de la sal no es gratuita, su evocación marina la enuncia, muchas veces implícitas en versos de contundencia órfica, presente también en el apartado La sal de la Vida y propiamente en Mal de amor. En Carta para Liyena, es contundente: oteo el mundo antes de levantar el vuelo.  

Sabedor de su oficio  campea en las batallas que pierde la filosofía con la poesía, viejas discordias en la que la segunda es confinada a ser errante, y es ahí, en esa condenación platónica, en la que se sitia el poeta, muchas veces para padecer el síndrome de Sísifo, y otras,  la enfermedad de Ícaro. 

Para todo vuelo es preciso reptar, como las aves que evolucionaron del reptil. Es en la tierra donde el poeta se prepara para el aire y es ahí el escenario de sus padecimientos. Como ser terrenal goza de ese espacio porque fue dado a su andar diario para su propia humanidad que deberá trascender en cierta momento de lucidez, de, iluminación, como lo hicieron  Petrarca, Milton, Rimbaud,  Alghiere o el propio Huidobro. Poetas que antes del vuelo condescendieron.

En esa esfera trascendida es  donde el poeta trastoca su propia esencia humana para emprender vuelos altísimos en la que poesía se manifiesta en estados lumínicos revelados por cierta gracia de divinidad, no olvidemos a Vicente Huidobro en sus planteamientos del creacionismo literario. O Goethe,en Poesía y Verdad.  

Si en La República Platón condena a la poesía, la también filósofa Zambrano la contempla infierno. Para un cierto estado de gracia, de salvación en el desdoblamiento, en la recreación del yo interior poético, el poeta debe descender antes del vuelo y después de él. Artaud Rimbaud es un vivo ejemplo, vasta leer Iluminaciones.

 En la poesía de Samuel Pérez García, aquí brevemente reunida, hay esa acción poética acicalada por la experiencia vital, recreada en la escritura y re inventada en el goce lector, como ustedes mismos descubrirán en cada una de estas páginas.

Emprender el vuelo es también irse en la búsqueda de la armonía, a través de la palabra cantada. No es gratuito pues esa intuición poética la del vate acompañarse por cuerdas, aquí tañidas por el músico       
El poema Deamar es un claro ejemplo. Pero esperemos el turno del poeta para su lectura.

Para levantar vuelos, el poetas sabe tanto de alas como primero de piso, terreno, pues el impulso, de ahí sus antiquísimos poemas telúricos y muchos de agua en su doble significación poética por no sugerir el encarne para un ser terrenal.

¿Pero es el cuerpo femenino una plataforma para alzar el vuelo, en cierta forma amorosa, aunque después desamada? En esos viajes del cuerpo está la búsqueda poética de Samuel, tacita en estos versos:

Altísimo como soy
He bajado a mirar las estrellas,
Con las manos abiertas
A mirar las señales
Que en mi rostro
Los años dejaron,
A contarme las penas como un rosario.

Es la nostalgia del amor ido, del río de la vida que fluye y va a la mar a espesar la sal. Es el descender como la propia lluvia en su ciclo, muy propio también de la naturaleza humana, padecida múltiplemente por la condición poética.

Levísimo cuerpo de mujer
Que mira
En ningún ojo del mundo
La ternura.

Completamente terrenal es esa levedad del amor poseído, de la misma vida que se va, tan volátil.

Pero todo vuelo lleva temblor, sostiene su trasmundo, desciende para abrevar en prístinas aguas donde se apacigua la sed de amor y ternura, del saber amar y ser desamado, cruento. Todos los hombres tienen por naturaleza deseo de saber, dice Aristóteles al comienzo de su Metafísica. A través de la filosofía hay ciertos  indicios de vuelos altos. Para ello, los giros al remontarse, como los nopos también para descender al festín.

Con Una luna sombría en otras bocas, inteligentemente estructurada al inicio del libro, Samuel Pérez García ha trazado su propio plan de vuelo: La Sal de la Vida es uno de ellos, con voz propia, madura de toda poesía. Gracias.



Acayucan, Veracruz, marzo del doce.

*Texto leído durante la presentación del libro La Sal de la Vida, de Samuel Pérez García.









         



 


martes, 13 de marzo de 2012

MELENAZGO


El dinero es vicecáncer de mi bolsillo, apotegma que vuelve del costillar de Caín.

Circula entre recipiendarios idóneos el documento que reproduzco abajo sin la pátina bibliográfica que aquí no hace al caso. Es una iniciativa solidaria que de resultar exitosa paliaría mi situación económica actual. Cuenta más allá de reticencias y escepticismos de la fe poética, con mi aval circunspecto. Enfrento los hocicos de la miseria inducida otra vez y este punto de apoyo críptico podría servirme para proseguir algunos trabajos creadores bloqueados o aparcados por la emergencia. La canallocracia mexicana me decretó la muerte civil. La catalana quiere dejarme podrir. No hay cadáver, sin embargo. Si el espíritu se limitara a las circunvoluciones del cerebro moriría con él y no con la especie. Si tuviera tiempo y voluntad ociosa y este fuera lugar reivindacaría mi obra y la gran poesía catalana que he traducido en poco más de los últimos 30 años y que permanece inédita no por mis méritos. No es necesario tampoco. Están vivas porque son. Pero para acabar de tajo: avalo aquella iniciativa porque así me lo impone mi viejo ejercicio soberbio de humildad con los amigos. Lo he dejado claro también retirado en el tiempo en otro cubil: dictadura del espíritu y obra de soberbia humildad es entre otras cosas la poesía.


Y ya que memorioso me veo de mis propias gracias, retrotraigo esta cita del traficante exiguo de noticias éticas Jenofonte de donde se remueve en el tiempo sin precisarlo porque es tiempo en el tiempo sin tiempo de mis trabajos oscuros: Más de una vez me he preguntado con asombro con qué especie de argumentos pudieron persuadir a los atenienses los acusadores de Sócrates de que era reo de muerte.

En una sociedad esclavista y esta poco difiere de la socrática salariato mediante y otras yerbas virtuales o no, la libertad de opinión y toda libertad es propiedad de los amos. En ella sólo disiente siempre escaso el genio creador. No tenía de qué asombrarse y menos desgarrarse los hilachos a menos que de tanto amor de amo solito se escamoteara la respuesta que sabía perfectamente Jenofonte. El único argumento contra el genio humano cuya virtud es la verdad es la calumnia. A ella, entonces como ahora daba crédito a sabiendas la canallocracia, siempre salvaguarda de sus propias infamias.


A Sócrates le impusieron la cicuta. Yo prefiero una 38 especial. Háganmela llegar. Cargada, eso sí, porque no tengo ni para las balas.

Prometo que no obedeceré como el griego obediente. Yo no creo en el orden ambiente porque vivo del caos de la vida poética.

No teman: nomás escupiré sobre sus tumbas.


Melenazgo¡Apadrina un poeta durante este gran año 2012!
Amiga, amigo:
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A la espera de una mejor situación económica que alivie su circunstancia actual, emprendemos este melenazgo a favor del poeta mexicano, gran traductor de poesía catalana clásica y moderna. Sé un melenas por sólo 10 euros al mes durante este año 2012 y contribuye a que este jodido, complejo y a veces maravilloso mundo no olvide el duro, profundo y sacrificado trabajo del poeta. Aúna y abraza tus esfuerzos, tus propios trabajos y sueños, con los del poeta a quien ayudarás.

De antemano te agradecemos tu inspirada y generosa ayuda.

Barcelona, 24 de enero de 2012
Grupo Quiebra Total
Ivo Arnillas, Marc Valls y Bruno Montané

• El poeta ofrecerá a sus benefactores una lectura privada de su libro Rey de bastos y sorteará un ejemplar fuera de serie de la edición artesanal de 33 ejemplares de este libro, que él mismo diseñó. La fecha de este acto se fijará próximamente.

lunes, 12 de marzo de 2012

LAS VIVENCIAS DEL TEMOR A LA MUERTE



José González Galvez

Leer la propuesta de un poeta, conlleva a dos condiciones enteramente opuestas, sin lugar a dudas son las dos caras de la moneda. ¿Águila o sol? Y la suerte esta echada al viento.

Sin embargo, en esta ocasión el autor, Samuel Pérez García nos ha tendido una trampa, porque su penúltimo poemario LA SAL DE LA VIDA, no es una moneda, sino un dado cargado, de esos que ya tienen la apuesta ganada. Desde la portada de su libro, juega simbólicamente con una pintura del francés Henry Matisse, donde vemos el cuerpo semidesnudo de una mujer acostada en una cama y a su lado, en una ventana abierta otra mujer, ésta vestida, que esta detenida en un balcón, ¿que miran ambas mujeres? Eso no importa, porque el verdadero juego son los cinco colores primarios que están en la impresión: rojo, verde, amarillo, azul y rosado. Y cinco son los capítulos de este poemario, que pueden ser parte de los círculos de Dante, o los escalones de la Torre de Babel. Todo depende del estado de ánimo del lector que irremediablemente caerá en el cubículo asignado.

El autor nos previene en la presentación de su poemario, que LA SAL DE LA VIDA posee un doble significado, y regreso a la imagen de la portada, las dos mujeres que ahí están, una duerme y la otra esta despierta; es el sueño y la vigilia, la salud y la enfermedad, el día y la noche.

De los poemarios anteriores que tengo del autor: “Autorretratos para una desolación”, “Del viento el mar y los recuerdos” y “Bandera en el Corazón”, encuentro estos textos más depurados, más centralizados del ser y del estar pisando terreno firme. En la quinta parte del poemario titulada “El oscuro palacio de la edad”, el autor camina por una senda escabrosa, que algunos llaman los años, es la desesperanza total, el aislamiento intelectual, las arrugas físicas y espirituales. En su último poema escrito en prosa hace un recuento de los que ya se marcharon a otra dimensión, y de las mujeres que amó y que ya no lo aman más, y de ellas sólo queda el recuerdo. Ahora se siente extraviado en las calles del puerto, en su bocana, en sus callejones o a la orilla del río.

Escribe el autor: “Cierro la puerta de la vida, muero cada día.” Y yo cierro las páginas del poemario y lo dejo reposar a buen recaudo, porque más allá del amor y el desamor, vuela una pequeña luciérnaga que es inmortal.







domingo, 11 de marzo de 2012

EN TORNO AL LIBRO LA SAL DE LA VIDA



Esther Mandujano





El poeta es un ser vulnerable que muestra la desnudez de sus miedos, de sus sueños, de su llanto, sin recato, sin retorno, a través del poema; como si tal valentía le permitiera, al identificarse con sus lectores, liberar un poco de ese caudal de sentimientos acumulados en el alma y que, “… vino dando tumbos de generación en generación, noche a noche, de beso en beso, de amor en amor, descendiendo por arterias y testículos hasta llegar en un viaje nocturno…” como dijera Gabriel García Márquez en su relato La otra costilla de la muerte, de Ojos de Perro azul.


El poeta nace con los sentidos afinados, perfilados, abiertos en canal para ver, oír, oler, tocar, degustar lo que la mayoría de las personas, tal vez por por fortuna no pueden. Como si sus nervios-antenas (Francis Mestries “Comalcalco”, 2010 ), tensados, expuestos, pudieran percibir la realidad con una lupa y producir las mas dulces armonías o los más disonantes acordes de dolor para expresar la dicha, el amor o la agonía.


El poeta es un ser atormentado, igual que los personaje de El perfume de Suskind, Jean Baptiste-Grenoville, o que Roderick Usher, del cuento, la Caída de la casa Usher, de Edgar Allan Poe, atormentados por sus dones.


Samuel es un poeta y no fue su elección, nació poeta. Pero además traía en el corazón “un perro enloquecido” como describe Efraín Huerta en su poema “Los hombres del Alba”, se aferró a su voz interna, a su necesidad de esgrimir el poema para comprender el mundo. Estudió filosofía y letras, contra viento y marea, navegando entre dos aguas, en las turbulentas aguas de un entorno no siempre amable y en las conocidas aguas de la literatura a las que siempre ha pertenecido.


Escuché hablar de Samuel cuando yo tenía apenas 15 años y vivía en este Puerto añorado y amado. Él por entonces había ganado los juegos florales de la feria y nuestro amigo común el poeta “Huarichi” me invitó a leerlo. Usaba un seudónimo, Manuel Álvarez. Mucho tiempo pensé que eran dos personas distintas. Pasaron varios años hasta conocerlo personalmente. Sin embargo, en esa primera lectura me sorprendió, reconocí la exquisita sensibilidad de un gran artista. Eran los ochenta y su lenguaje sonaba novedoso, diferente a la poesía local apegada a los cánones clásicos, románticos o modernistas. La poesía de Samuel era distinta, me gustó el talante con que acometía el poema, sin miedo, sin precauciones, la manera en que remataba cada texto, sorpresivo, vital, contundente, provocador, cualidades que no ha perdido con el paso de los años.


Alguna vez supe de él cuando andaba en los altos de Chiapas, con pasamontañas en vez de yelmo y la pluma en ristre, trasmitiendo los correos del subcomandante Marcos que para esas fechas creíamos portador del anhelo de muchos de una vida mas justa para los antiguos mexicanos que siguen sobreviviendo por encima de nuestros mediocres sueños. Nosotros que no distinguimos las fases de la luna ni las cualidades de las estaciones, ni los aromas del otoño, ni el sonido con que los pájaros, ángeles a nuestro alcance, pulsan las cuerdas de los atardeceres. Porque ¡ay¡ somos sordos, y los ciegos asustados de la novela de Saramago.


Pasó tiempo para un encuentro personal con Samuel, de hecho tendrá un par de años que lo conocí y debo decir lo grato para mí de este encuentro.


Es un hombre efectivamente de una sensibilidad exquisita, gentil y además de esa fuerza manifiesta en sus textos hay en su personalidad poética, una ternura que se filtra en el verso cuando habla con añoranza de la mujer amada, del dolor de la perdida.


Reconozco y admiro su trabajo permanente de difusión del texto literario, no solo el propio sino de otros poetas y escritores del Istmo.


“La sal de la vida”, es una autoselección de poemas publicados de manera dispersa a lo largo de su vida literaria, según explica en el prólogo del libro. También, dice, “es el itinerario emocional de un poeta, que tarde se dio cuenta de que la vida sin sal no es, y con demasía, se echa a perder”. Sin embargo, tengo que apuntar, el sazón no suele ser la cualidad del poeta, el poeta suele salarse hasta las entrañas o en la simpleza de sus guisos ahogar la última lágrima para intentar destilar el sabor y de allí, de ese vacío o de esa profusión nace el poema.


Los poemas de la primera parte “Una luna sombría en otras bocas” hablan reiterativamente de la muerte.


“Morir como si no pesara


El dolor de tanta ausencia,


Sentirla suavemente


Como si fuera algodón…”






“La muerte es un pedazo de ternura,


Una luna sombría en otras bocas


Un acaso inesperado algún día.”






“La muerte, subida muerte


Azul mi muerte, lluviosa


Para lavar las penas


Los amores que no se hicieron,


El destino que soñé


Cuando mis uñas cambiaban


Cada primavera,


Cuando era el sueño, no la vida


Que hoy tengo y que se acaba.”






El poema es un instrumento de exploración, no necesariamente se encuentran las respuestas pero en la búsqueda hay una satisfacción intima por ensayar posibilidades, acercamientos a la verdad, no importa que tan lejos, que tan cerca, solo estar, sentir, ahondar.


“ La muerte es un hechizo


Que camina con la luna


Entre la niebla agreste.


El silencio que de improviso


Olea en las sienes del recuerdo.


La muerte es la luz que vive


En la oscura habitación


De la memoria.”






El poeta a veces también provoca para ver que se sucede, que se mueve en el alma:






“ En mí la muerte


Reconoce su territorio conquistado,


Pero hasta que no haya parque


Entregaré la plaza.”






“La muerte es un aguacero


Que inunda lo que abarca,


Un carnaval de silencio


Donde no se vale llorar


Hasta el día que nos toca.”






En la segunda parte, cuyo titulo da nombre al libro “La sal de la vida” el poeta se cuestiona sobre “el ser”. Indagando a través de las preguntas fundamentales, Quién soy, en el devenir del tiempo.


“ Uno es


La soledad, el desamor,


Aguamundo,


Diluvio de adioses inmemoriales,


Poeta de su tiempo,


Irrecuperable.”






“ Quiero nacer de un odio amoroso,


Pleno y vacío


De orgullo,


Ser otro en lo común,


Agua


Con sabor distinto pero agua,


Pasado y premonición


Del mismo instante


En que apago la luz


De mis dársenas oscuras,


Para que digan todos mis amigos


Que ahora fui


Y que no soy.”






“A cierta edad


Nadie tiene preocupaciones


Ni sobresaltos,


Como eso de que un día


Se nos desmorone


Todo lo construido.


Y nos parezcamos entonces


A los pozos vacíos,


Con los puros recuerdos del agua


Que antes nos inundaron.”






Los poetas se nutren de la inspiración de otros poetas y esto es natural. Entre más curiosidad, conocimiento y fascinación por la poesía, consiente o inconscientemente el poeta será poseído por los influjos preferidos de su alma. En su poesía podemos reconocer a algunos los maestros de la lírica hispana que han dejado huella en Samuel.


Se reconoce la voz de Federico García Lorca, en estos hermosos versos de “Mar de amor” donde Samuel hace vibrar la piel al ritmo de la música del poema amoroso “Deamar”.






“ Ven que te quiero viento


Humedecido, tempranero


Vente asilo a mi pecho


Guarecida entre mis ramas


Como una niña con miedo


Venamar, venteviento


Bajo la luna que chispa


Sobre las olas tu cuerpo


Ven que te quiero lumbre


Relámpago sobre lecho


Sombra de sueño en mis manos


Temblando como luceros.”






O tal vez Oliverio Girondo creador de uno de los poemas eróticos más bellos de la lengua hispana, el poema 12. Hay algo de él que nos recuerda este hermoso poema de Samuel, “letanía por Mariluna”






“Mira este amor que nace


Pepénalo


Áselo entre tus manos


Sucumbe con él


Tritúralo


En cenizas conviértelo


Rómpele la memoria


Desaparécelo


Que a partir de ahora


Muerto estoy


Y ellos no aman tanto.”






¿Qué duele más, el amor o el desamor? Ese viento de ausencia, ese olor a moho que sale de las habitaciones cuando el amor se ha ido hacia otra parte, ese sabor metálico en la boca, ese espejo sin nadie, ese rumor de hojas cayendo del otoño hasta dejar en plena desnudez al corazón, seco, crujiente de hojarasca, polvo que lleva el viento hacia ninguna parte.


Samuel, en “Prólogo a una sequía”, con un tono gris, llora con el lector la pérdida, grita la impotencia de volver a las playas doradas del romance, donde la luz alcanzaba todo lo que los ojos del amor tocaban. Pero cuando la canción se ha ido, ya no hay retorno.


Desde ese entonces


“Éramos un prontuario


Donde la vida empieza.


Un mundo distinto


Al rumor devenido.


La sequedad nos vino


Tan de repente,


Como un rayo flamígero


En la oscurana.


Desde ese entonces


Ya nunca fuimos.”






Hace tiempo cuando el silencio...


“ Hace tiempo


Vi como entró el tedio


Al tragaluz de la vida,


Y de cómo se nos hizo


Perdediza la esperanza.


No hablamos.


El silencio rentó una habitación


Y se puso a vivir entre nosotros.”


El lodazal de la memoria






Abrir el paraguas


Para que el agua no moje


Los caminos de amor


Que ya no andamos.


No es lo mojado lo que duele


En los páramos lluviosos,


Sino los pasados que bajan


Del lodazal de la memoria.






El poeta vive y trasmuta la vida, la infancia, la vejez y la muerte. Muere todas las muertes, vive todas las vidas, y como los personajes de Poe, o de Suskind, sus dones no siempre son una bendición. Con los sentidos abiertos en canal, siente en altavoz lo que lleva consigo la existencia, viaja en el tiempo y el espacio con su caudal de sensaciones.


La última parte de su libro “El oscuro palacio de la edad” habla de la muerte. Él, siendo aún joven, ya la ha visto pasar de cerca, tocar a amigos y seres amados. Sensible como es, artista como es, ha sido conmovido profundamente por la pérdida.


Leer a Samuel es pasear por la vida propia engarzando en la belleza cada sentimiento que la acompaña. Este nuevo libro ha sido escrito con el talante de un hombre lleno de energía creativa, de talento irrefutable. Una de las voces trascedentes del istmo, del sureste de México quien a través de sus obras sigue heredando un bagaje de belleza poética a las generaciones actuales y venideras.





“ Sin embargo, a veces soy igual que un niño, por eso escribo poemas todavía y pienso que ella vendrá algún día, para exigirme la ternura que olvidó conmigo. Afuera vuelve a llover y mis amigos ya se fueron. No sé que traigo adentro que cuando llueve me pongo triste. Eso me recuerda lo que un poeta dijo alguna vez: cuando llueve/ es que el cielo lubrica sus ojos/ y semeja a una mujer/ que llora su mal destino/ de no encontrar amor. Eso es lo que me pasa a mí. “

Casa de la cultura de Coatzacoalcos, ver. (15 de febrero de 2012)