domingo, 16 de octubre de 2011
Joan Baez y Bob Dyland
Inolvidable: dos grandes de la música de protesta: Joan Baez y Bob Dilan, maravilloso escenario posible sólo ahora que tenemos este medio para regresar al pasado y revivirlo.
Juan ventura Sandoval
Señoras de las cuatro décadas.
Estas señoras de cuarenta no son todas casadas, ni divorciadas, ni viudas ni dejadas: su estado civil es relativo. No por eso se puede decir que todas son infelices o se ahogan en la felicidad. La única certeza es que son mujeres, con una forma de pensar característica que las diferencia de los hombres. Y armadas con la fuerza de su inteligencia y su capacidad de resistencia luchan para estar en paz consigo mismas y con los otros.
Si los otros las comprendieran las mujeres de cuarenta serían más felices, más plenas, más necesarias. Desafortunadamente la prepotencia de los padres, los novios o maridos, los hermanos y los hijos –en ese orden- las limita. Felizmente existen las excepciones que confirman la regla mas se encuentran en sitios inaccesibles y desconocidos, sólo alcanzables por hombres que no son de Marte sino de Venus.
Los hombres no hemos aprendido a ver a las mujeres, mucho menos a las cuarentonas. Acaso también por la andropausia, que busca mecanismos de compensación ante la inminente decadencia varonil, los hombres preferimos a las chicas jóvenes sin reparar en las delicias que nos perdemos al no mirar, mucho menos amar, a una mujer de cuarenta: éstas en plena madurez de la vida son como frutas a punto de caer del árbol. Y si una afortunada mano masculina las recibe disfruta, además de su aroma y textura, su esencia.
“Cuarenta y veinte…” dijo un compositor para instaurar –otra vez el dominio de los hombres- la ecuación correcta de una relación ¿desigual?: un hombre maduro y una chica joven. Inversamente es difícil concebir que una cuarentona (la inolvidable señora Robinson de El graduado vuelva a invertir los papeles e iniciar al joven ansioso de dominar el arte de la seducción.
¡Cuántas cosas nos podrían enseñar las cuarentonas! (Algunas que amaron creyendo ser también amadas, dice otro poeta). Qué pena que los hombres sigamos persiguiendo a las ninfas y ni siquiera intuyamos la fuente de felicidad inagotable que se acumula con las décadas. Cuatro, el número que cierra el cuadro, nos anuncia que la felicidad, el placer, el amor, la plenitud pueden quedar enmarcados –si no para siempre- al menos a nuestro alcance. Por supuesto hace falta haber experimentado el estado de los cuarenta y querer a vivir un poco más.
3 abril 2011. Orizaba, Ver..
Suscribirse a:
Entradas (Atom)