miércoles, 24 de marzo de 2010



Relatos de Samuel Pérez García


María Esther Mandujano García.




De todas las mujeres (Ediciones Cultura de VeracruZ, 2010), me hizo recordar las grandes heroínas del amor romántico. Mujeres maravillosas que vivieron con intensidad la extraordinaria experiencia del amor. De distintas maneras, de acuerdo con su historia personal, con su contexto, con su libido y su temperamento, con el color de su pasión. Todas ellas entregadas al amor para purificar sus vidas, aún a costa de la vida, pagando los altos precios con que las sociedades misóginas han condenan la honestidad del alma, el valor de vivir en el alto precepto, de respetar las elecciones del alma.
Me hizo recordar a Madame Bovary, enamorada del amor que volátil nunca pudo tener entre las manos, me recordó a Ana Karenina lanzándose a los rieles de un tren, vestida de negro, enlutada por el gran amor que en una sociedad prejuiciosa e hipócrita, nunca se pudo realizar. Me recordó a Lara esperando en medio de la nieve, el frío y la soledad, el cálido abrazo de Zhivago, unos minutos quizá, unos instantes por los que vale la pena vivir una odisea de dolor y amargura; me recordó a la bella Tatiana rechazando el amor moribundo de Oneguin, en consecuencia del juramento que ella le hizo cuando él no la amaba todavía, de que jamás traicionaría su palabra de lealtad ni siquiera por amor. De Catherine de Cumbres borrascosas, de Marie Duplessis, La dama de las Camelias, de Clara Trueba de La casa de los espíritus, y de tantas mujeres extraordinarias que en su práctica del amor o en su búsqueda, son capaces de los hechos más bellos, poéticos y extraordinarios.
En una primera hojeada, De todas las mujeres pudiera pensarse que es un conjunto de historias breves sobre las conquistas amorosas de Milingo, el personaje central masculino, o más aun, habrá quien pudiese creer que De todas las mujeres es una compilación poéticas de las experiencias y recuerdos amorosos del autor. Pero no. Va mucho más allá.
Una pluma sensible y profundamente emotiva que excava en el alma de sus personajes; Una pluma que pretende deshojar los pétalos del alma femenina para encontrar su esencia. Lo que siente, lo que piensa, lo que hace vibrar su carne en el momento exacto del amor, cuando su alma y su piel tiemblan conectadas al cosmos y ya no hay pensamiento, ni sensatez, ni dolor ni alegría, simplemente la magia de existir, vibrantes con el poder de la creación, de lo eterno. No es en vano que sólo en este instante podamos multiplicarnos, duplicar nuestra fe. El amor nos redime, nos purifica, nos descubre.
Una pluma inteligente, que conoce el oficio de escribir, que es capaz de expresar lo que piensa. Llevarnos y traernos por las emociones mas insanas, como Virgilio en el infierno, que nos muestra sin miramientos, la pasión, el odio, los celos, la autocompasión, la codependencia, la depresión, la violencia, y nos la planta en frente sin misericordia, desnuda, horrorosa tal y como son esos sentimientos que nos acompañan, y que en un país como el nuestro, se multiplican, nos invaden por todos los costados y pretenden ser parte de nuestra cotidianidad, y lo son. El autor nos los muestra, escritor de su tiempo, para que no sigamos fingiendo la ceguera; y no dudo que al leer sus historias haya quien se diga así mismo, en acto puro de negación sicológica, que esas historias son las historias de los otros.
Una pluma culta, que conoce y ha leído a grandes escritores latinoamericanos y de otros continentes, que se ha nutrido y ha educado su sensibilidad poética en grandes maestros, que ha dirigido su vocación valiente hacia un oficio que no da de comer al cuerpo, que de sobra da al alma, a la conciencia de hombre, al compromiso de ser testigo de su tiempo, de dejar plasmada la historia común, en sus textos.
Nuestra realidad femenina no ha cambiado mucho desde mediados del XIX cuando Flaubert escribe Madame Bovary, o unos años más tarde Tolstoi escribe Ana Karenina, y aunque la violencia ha radicalizado su expresión, y en los países fallidos como el nuestro, se ha involucrado en todos los ámbitos de nuestras vidas, resulta decepcionante que las mujeres no hayamos logrado escalar en tantos años, suficientes peldaños para alcanzar la liberación de nuestro espíritu; que perduren sentimientos de frustración profesional, y en muchos casos no nos atrevamos a amar con valentía o a rechazar las relaciones que nos dañan. Desde el siglo XIX, hombres sensibles y generosos expusieron parte de nuestro dolor existencial.
De todas las mujeres, me atrapó desde su primera historia, Antonia; historia veloz, apasionada, breve. Describe un triángulo amoroso que desencadena en tragedia. El paisaje huracanado del puerto subraya la huracanada pasión de Milingo. La posibilidad de ver truncado el oasis de su amor…” Le gustaba oír su voz. Mirarse en los ojos negros, acariciarle el pelo negro y dormido que caía sobre los hombros desnudos…” (p.9), Milingo y su incapacidad de aceptar la decisión de Antonia de terminar su relación. Milingo egoísta, egocéntrico, de una inmadurez emocional que lo lleva a convertirse en un criminal, no le da oportunidad a Antonia de decidir que hacer con sus sentimientos, con su cuerpo, con su vida. Milingo, la toma al final, para aniquilarla. Y escuda su sentimiento de abandono “… - Así que me dejas “ (p.2) y justifica su incapacidad de amarla, porque sólo se ama a sí mismo y por eso no perdona que lo dejen, se justifica con un amor asesino. El texto termina poéticamente y con añoranza, añoranza que no tuvo Antonia oportunidad de sentir: ” …El viento y la lluvia tenían el color de la tristeza esa tarde, cuando se puso a contar lo que había pasado con su amor más importante, su Antonia de todos los días como siempre la llamó, la misma por quien escribe el diario interminable” (p.13) . Silvia, describe Samuel: “… Era una mujer Otoñal, en un puerto de mar limpio y tranquilo; playero y arenoso, chiquito y redondo, donde los viejos habitantes sacaban su sillón de mimbre, y se sentaban a las puertas de sus casas a refrescarse con la brisa de la tarde…” (p. 15). Aquí me detengo, para comentar uno de los aspectos más destacados de la prosa de Samuel. Además de poéticos y nostálgicos, sus textos son referencias históricas que nos describen en ocasiones a un Coatzacoalcos, que se fue, que no es el mismo y del que quienes lo vivimos y recordamos con nostalgia, guardamos el recuerdo. Nos describe calles, ambientes, paisajes, hitos, de tal modo, que nos revive un entorno del puerto arenoso y provinciano como marco perfecto a sus historias.
Silvia, voluptuosa, hermosa, femenina, erótica, despierta en Milingo adolescente la primera pasión, puramente carnal. El deseo sensual de tocarla, de perderse en sus carnes en el deseo de poseerla” …Desde esa lejana tarde Silvia me atrajo por su manera de mover la nalgas, que era como una señal para apretarlas con las manos, de igual modo sucedía con los jugosos pechos que exhibía entre mirones impunes. Para acá y para allá bamboleaba su cuerpo, y ella sabía que así vibraban las fibras escondidas de quien las viera…” (p. 16).
Sin embargo, además del deseo de Milingo expuesto en esta historia, Silvia, mujer, lleva a cuestas el enorme dolor de la traición y el inagotable deseo de la venganza “… Silvia se acostaba con el muchacho que le gustaba, ese era su vicio desde que el marido la había abandonado por una sirvienta…” “… -Es el gusto de ella que así se venga del marido.- me contaba Pilar y a mí en cada palabra suya algo se me iba rompiendo en pedacitos, sin posibilidad alguna de recomponerse algún día…” (p. 26). Silvia murió de cáncer en el pecho, paradójicamente, pechos que otrora exhibía orgullosa entre mirones impunes, murió pronunciando el nombre de un muchacho que entre muchos fue su amor furtivo. Oculto. Su Amor imposible.
La Lupe, Naranja dulce y la mala fortuna de su amor; Marysombra marcada por la tragedia, el dolor, la violencia. El amor y el dolor son una misma expresión para ella, van juntas, amalgamadas. Así creció, así fue llenando su disco duro hasta que como y tú y como yo, sólo actuamos por la programación de nuestra historia personal, de nuestra historia familiar, de nuestra historia social. Somos sólo eso, un reflejo, un holograma, una programación. Cuando decimos es mi vida y hago con ella lo que quiero. ¿Hasta dónde, incluso la rebeldía estaba programada? Marysombra duele, porque el dolor es parte de su programación, desde que aprendió a mirar, miró el deseo revuelto con la sangre, con el dolor, con los celos y hasta con el amor. No distingue. No sabe las fronteras entre los sentimientos. ¡Ay Mary sombra¡, cuántas veces te veo multiplicada en los rostros de cientos de mujeres, que creen que el sufrimiento es un predestino. El dolor las baña todos los días sin redimirlas; el maltrato, el olvido cada día las inmoviliza. Mary sombra. Orfilia y su destino de muerte prematura, Gabriela, gamberra, prostituta, meretriz, ramera. Rosaura del ángel y su amor prohibido. Yolanda y el tedio de su vida y de su amor, Mariel y por último Valeria y su triste historia de suripanta marcada por el abuso del padre desde niña. ”… De que otro modo, digo, Valeria, que la mejor puta fuiste tú…” (p. 91).
Doce historias de mujeres. No son los amoríos de Milingo, ni las tragedias de sus vidas, son los pedazos de historias que conforman la sociedad en que vivimos, los trocitos de vida que nos conforman como individuos, familias, y sociedad. No faltará quien se asuste, quien finja asombro, quien niegue que éste es el entorno real y palpable al que pertenecemos. El poeta, el escritor, nos pone el espejo ante los ojos, con una narrativa, vivaz, inteligente, bella, coloquial y poética, para que no finjamos demencia y como decía el amigo de un amigo cuando sacaba su retórica a dominguear: “No finjamos demencia y absoluta cretinez”. Estas historias son nuestras porque recrean nuestro amado Coatzacoalcos de una forma tan bella y tan poética; gracias por exponer la historia de tantas mujeres, de su dolor, su frustración y su tristeza a través de los amores de Milingo, como lo hicieron hombres sensibles y valientes desde el realismo del siglo XIX, H.D. Lawrence, León Tolstoi, Aleksandr Pushkin, Alejandro Dumas, y otros más. Libro excelente que refleja verdades de una sociedad que languidece en sus valores y me pregunto: ¿Qué esperamos para cambiar a la balanza de los buenos augurios, de la felicidad, del amor productivo, del respeto y de la realización? 􀀉

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