jueves, 19 de agosto de 2010

¿LEGALIZAR LAS DROGAS?
Samuel Pérez García.
Ahora todo mundo se cree experto en asuntos que tienen que ver no sólo con el desarrollo de una sociedad sana, sino con aspectos científicos que requieren para la explicación un proceso de investigación. Soltar a botepronto la opinión que las drogas deben ser legalizadas para convertirla en mercancía ordinaria y con eso evitar los conflictos entre cárteles que viven de la producción y el mercadeo de esos productos, son desatinos que resultan imperdonables, cuando provienen de personajes que han jugado papeles relevantes en la política de México. Hablo en este caso del expresidente Vicente Fox, el gran equívoco de los mexicanos en el año 2000, cuyo recuerdo no es por la obra realizada sino por los dislates lingüísticos cometidos, lo que siempre hizo necesitar de un traductor, papel que jugó su director de comunicación social. El otro es Jorge Castañeda, quien fue Secretario de Relaciones Exteriores en el periodo de Fox, y quien sin más, dice que se debe legalizar la mariguana, y lo funda con el argumento de acabar el conflicto entre cárteles que comercializan el estupefaciente.
Ahora todo mundo cree que lo legal es sinónimo de racional, que lo legal puede terminar con el conflicto, al modo como por ejemplo, dos ciudadanos se pelean un terreno. Uno posesionado del mismo, pero sin escritura; y otro, con escritura pero sin posesión del bien. Para dirimir el conflicto, el juez del caso, determinará quién es el legítimo propietario, y por regla general, concluirá que lo es quien tiene en su poder las escrituras reglamentarias. Pero también hay un factor que a veces hace cambiar la trayectoria del resolutivo: el poco o mucho dinero que tengan los ciudadanos en conflicto, y lo mucho o poco del grado de corrupción de la justicia. Pues un caso es el de la justicia ideal, y otro el de la real.
En esa lógica, el narcotráfico es ilegal por carecer de una ordenanza que ampare esa industria, por lo cual, hay que dotarlo de esa cobertura, para que no haya más crímenes violentos cometidos por quienes están armados para defenderse de sus contrarios y del orden legal que representa el Estado.
Si vemos aisladamente el problema de las drogas, es lógico que lo que requieren los cárteles es un permiso para operar bajo la ley. Eso les permitiría moverse sin andar armados y sin parapetos de ninguna especie. Pues si todo es legal, qué caso tiene oponerse a otros que se dedican a lo mismo. Pero opinar así es olvidarse de la historia. Y voy al ejemplo de la primera guerra mundial del siglo XX para no irme tan lejos. La lucha por los mercados fue uno de los factores que condujeron a los países europeos en esa primera gran guerra, y aunque haya existido como aderezo y pretexto el asesinato de archiduque Francisco Fernando, heredero al trono de Austria, el reparto del mercado fue el detonante básico, acción que se ejecutó entre los países vencedores cuando el conflicto terminó.
Pero hay más. Si bien al carecer de cobertura legal, los cárteles de la droga viven una lucha armada sin cuartel por el control de esos mercados, y con ello se llevan entre las patas a la sociedad y al gobierno, por los crímenes, asaltos y secuestros cometidos, lo cierto es que también, aún cuando lo legal sucediese, la lucha no va a parar por otorgarles una ley. Lo que va pasar es que la lucha cambiará de forma. Seguirá siendo dura y soterrada, pues de lo que se trata es saber quien posee más mercado y lo que eso implica: el crecimiento de la fortuna gracias al aumento del consumo.
Pero también sucederá una reconfiguración de la clase política que hoy nos gobierna. Es decir, si hoy está penado usar el dinero del narcotráfico en las campañas políticas, con la promulgación de la ley que oficialice la producción y el consumo de drogas, apoyar a un determinado candidato podrá ser visto como un asunto común, porque el patrocinio provendrá de dinero limpio. Así, el narcotráfico a través de sus candidatos tendrá todas las posibilidades de ascender al poder. Y lo que hoy realizan de manera soterrada, podrán hacerlo abiertamente –por que la lucha contra las drogas no es solamente una cuestión de salud o de paz social, es también un asunto de seguridad nacional (léase político). Luego, entonces, los cárteles de la droga no son entidades que se dedican a la producción y venta de drogas sin más, son también soportes económicos de grupos, si no enquistados absolutamente, sí con relaciones en la cima del poder. Y por lo mismo, tienen un proyecto qué defender, mucho más cuando tengan a la ley en favor suyo. Por eso es que afirmo, aún cuando la droga se legalizara, el conflicto no concluiría, porque más allá de este modus operandi, la riña – que aparenta ser entre maleantes y policías- no es con los que se dedican a lo mismo, sino con los grupos de poder a los cuales pertenecen los mafiosos o se encuentran relacionados. Quisiera con esto adelantar una hipótesis: la vieja clase política, esa que se formó con la revolución mexicana y bajo la tutela gringa, ha dejado de ser operante, y hoy es desplazada por los que viven y disfrutan de las enormes ganancias que deja el mercado de la droga. Y si bien, hoy esos cárteles pelean el espacio político que les falta, no será así para cuando la droga se legalice. Pasarán a disputar el poder político a la vieja clase gobernante, que ya presenta un duro agotamiento en su proyecto de vivir de la conducción del país. Para el Estado, pues, la legalización no es simplemente un problema de salud o de legalidad, sino de evitar o aceptar a la clase emergente que se está formando con el dinero del narcotráfico. Dejemos aquí este punto para discutirlo después y vayamos a otra consecuencia de la posible legalización.
Otra consecuencia de legalizar las drogas es que existe un eslabón débil, al cual se debe defender porque expresa nuestro futuro en el país que queremos. Se trata de los jóvenes, quienes han sido el punto débil en esta lucha contra el narcotráfico. Los jóvenes, al vivir en un ambiente nocivo tanto familiar como social, al no poseer todavía un proceso racional maduro que les permita valorar la vida y sobrevellevarla en paz, son rehén de las drogas que pululan en el ambiente, y tarde o temprano, se ven tentados a engrosar las filas de consumidores.
Esta gente joven, mercado natural de las drogas, se desorientan desde la casa al vivir en hogares divididos y sin patrimonio propio. Para superar tales carencias, se escapan de esa realidad consumiendo drogas. La mayoría de ellos son de economía baja, marginados de la felicidad que proporciona un buen empleo y la educación familiar. Aunque a veces no pasa así. Un buen sector de consumidores es gente de bien, adinerada, que busca por curiosidad o por desorientación, las emociones fuertes, que les permitan congraciarse dentro de sus círculos sociales como atrevidos y libres. Con esa idea, la juventud -rica o pobre-se genera una imagen falsa que para ser libre y autónoma, hay que consumir drogas. Estar in, decíamos en la época del hipismo de los años 70. Si para consumirla antes, había que esconderse de la mirada pública, con la legalización, esos consumidores podrán estar tranquilos en los bares y cantinas, fumando su huatito o periqueando a la luz del día, bajo la sombra de un árbol o del lugar que mejor le plazca.
Nuestros hijos ya no podrán esconderse para ello, y en la fiesta de cumpleaños, no va a faltar alguien que cargue su dosis particular e invite a los ingenuos a dar una probadita, para sentirse mejor. O bien, si a alguno ya se pasó de borracho, con un pericazo pasaría a sentirse mejor y seguir la fiesta. Y por más educación que se les imparta en la casa o en la escuela, difícilmente podrán apartarse de la influencia social que reproduce el libre consumo de la droga.
Pero el problema vendrá después. Nuestra juventud, de por sí, poco reflexiva y crítica de lo que pasa en el entorno, no sólo con los problemas de la propia familia, sino con la que sucede en la ciudad o en país, se volverá más atolondrada y poco útil, porque es de simple observación: cuando la droga pasa a formar parte del hábito de una persona, ésta se vuelve más lerda, confunde sus propósitos de vida plena, y deja de pensar por sí misma, salvo que tenga en la sangre algo de la sustancia habitual para poder ejercer con plenitud sus funciones neuronales ( cuestión muy relativa y que no siempre es así, Chencho). Si ya con el alcohol se tiene bastante, qué no pasará con las drogas que se legalicen. Lo que éstas van creando en el consumidor es una fuerte dependencia, al grado tal que ya no puedes vivir sin ella. Y no permite ser libre, sino vivir atado al consumo, y a la larga, el drogadicto se puede ver envuelto en conflictos de sangre que lastimen la propia vida o las de otros. Las drogas a eso conllevan.
Si eso pasa ahora -cuando las drogas no están legalizadas- con un sector de jóvenes que han perdido la capacidad de pensar por sí mismo, a causa de la no vigilancia que ejercen sus padres o la influencia decisiva que causa el propio medio social y cultural en el cual están desarrollando su vida, qué sucederá cuando las drogas queden legalizadas. El panorama será desolador en todos los aspectos. Y si hoy proliferan los centros de alcohólicos anónimos, mañana será con los centros de atención al drogadicto. Cada práctica de consumo trae consigo un centro de atención social.
A este consumo va a contribuir en mucho la publicidad. Que una vez legalizada podrá con bastante creatividad y libertad seducir la mente de la juventud y de lo niños, con el fin de convertirlos en drogadictos conocidos, tal y como sucedió con el alcohol. Los alcohólicos anónimos como centros de atención deben su existencia precisamente a la legalización de este producto, que ha sido, el factor determinante en el finiquito de la paz familiar. El alcohol es causa principal de muchos accidentes automovilísticos, de desmembración familiar, de violencia juvenil y de muchos otros conflictos. Y por más esfuerzo que realiza la escuela para restar su perniciosa influencia, es poco lo que se ha logrado.
De igual modo pasará con la mariguana, al cual muchos lo ven como una droga benigna, lo que no es cierto. Cualquier sustancia, en consumo demasiado ocasiona trastornos al organismo, incluso hasta el agua daña al organismo consumirla en demasía. Uno de los problemas es el exceso en el consumo de cualquier droga. Mucho más cuando el consumidor, en busca de experiencias más fuertes, como dicen los jóvenes, se realiza un cruzamiento de sustancias, que le hace perder el principio de realidad y se convierte en factor para desestabilizar la tranquilidad hogareña. Mientras tanto, los consorcios productores y los mercaderes de la droga, seguirán acrecentando sus fortunas a cambio de la salud de nuestros jóvenes. Si eso pasara, no se está proponiendo el paraíso con la legalización de las drogas, acaso tal vez un infierno impermisible. Por eso, resulta necesario pensar muchas veces para opinar en torno a la legalización de la droga, porque en dicho tema no está implicado solamente la salud y la paz social, la economía o la libertad de comercializarla, sino que abarca muchas dimensiones que deben analizarse para resolver la pertinencia de que formen parte del consumo abierto.
Puedo seguir argumentando más, pero el espacio ya no da para tanto. Solamente quiero dejar una pregunta a mis escasos lectores: ¿Por qué el gobierno en lugar de perseguir y encarcelar a los intermediarios de las drogas no crea leyes que permitan atacar la base de la cual se nutren los cárteles, es decir, porque no ataca el aspecto financiero que les permite a esos organismos manejar grandes fortunas, mucha de las cuales sirven para corromper a los responsables de la justicia? Sencillo: muchos narcotraficantes están siendo soporte para la economía del país y eso hace que mantengan relación en el más alto nivel de la política de México. Por eso decía líneas arriba de que los cárteles de las drogas mantienen una relación soterrada con sectores que conducen el Estado mexicano, pues si no fuera así, hace mucho que los narcotraficantes fueran parte del archivo muerto. Pero no. Por lo tanto, opino que la lucha a favor o contra las drogas es una lucha por el poder político en México. No es una exclusiva cuestión de educación de salud, de legalidad o de economía, auque sean estas las formas básicas que presenta dicha lucha. Volveremos.

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