miércoles, 13 de abril de 2011

Lucía Deblock

ALGO ME DICE TU SILENCIO.

Samuel Pérez García
Universidad Pedagógica Nacional


Muchas mujeres miden la soledad que las circunda frente al otro, que puede ser su amante, esposo, o amiga; tal vez la puta que a cambio de dinero, le hace a Flavio recordar cómo era la Fabiana cuando niña. Lo anterior, viene al caso por los ocho cuentos que integran Algo me dice tu silencio de Lucìa Deblock, donde la autora se muestra como una escritora lista para realizar grandes obras literarias,  pues tiene imaginación y  habilidad para decir las cosas que quiere expresar, mediante la voz de sus personajes.
La obra no trata de defender una posición política, tan de moda en estos años, en que las mujeres reclaman igualdad con los hombres, hasta para lavar los platos de la cocina. A Lucía no parece interesarle eso. Ella se entrega a la escritura, e inventa historias de mujeres solas, que muerden el lienzo de la soledad y se aferran como el náufrago a su madero; pero contrario al náufrago, que tiene la esperanza de que un barco lo rescate, Lucía no tiene esa esperanza, ella sabe que por encima de lo que diga o escriba, nadie vendrá en su ayuda, salvo la propia escritura, a través de la cual se entrega y construye con ello la otra vida que no tuvo, o que a lo mejor vivió tan intensamente, que fue necesario escribirlo para que ella se sintiera desahogada de tantas espinas internas.
“Si alguien sabe de la orfandad, esa soy yo, que no tuve padres”, fue lo que la autora confesó en su participación durante la presentación de este libro, que tiene la virtud de sorprender a quien lo lee. Sorpresa en dos sentidos. El primero porque no creía que la autora tuviera esa pulcritud para tejer historias en que los personajes centrales, son mujeres que sufren en la cotidianidad de vivir; el segundo, porque al presentarlas frente a un público, que de narración sabía e lo que el marino sabe de pintura, no había más que desearle lo mejor a quien –sin saber lo que le espera- viene a Coatzacoalcos a presentar un libro, donde sólo encuentra un reducido público, que asisten más movidos por la amistad o por “el que dirán si no voy”, que a degustar de un texto que, a todas luces, bien se mereció el aplauso imaginario de otros escritores, a quien, aunque no estuvieron presente, supongo les hubiera gustado escuchar y leer a doña Lucía.
Los ocho cuentos que la escritora nos presenta, sin embargo, no siguen la lógica tradicional de planteamiento, desarrollo y desenlace inesperado, por lo menos en este último punto. Los cuentos de Deblock buscan describir el estado silente de sus personajes, la condición de abandono y sufrimiento de las mujeres, que habitan esas ocho historias. Desde el personaje de “Anoche” hasta la Matilda de “Amarillo estelar”, Lucía Deblock no presenta otro rasgo de sus personajes femeninos: la pasional Sabina, dispuesta a sufrir por Emiliano, a cambio de las migajas de ternura que éste podía brindarle. Se dice: “Sabina estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudarlo a completar la blandengue erección”; pero también su odio: “ahora, sencillamente, sentía por él un profundo desprecio”. Pero también a una Fabiana, cuyo perfil es una muestra más del dolor y la soledad existencial: “a la distancia, él la contemplaba huyendo del dolor que le arrancó la infancia de los ojos. “Él se mantuvo a la orilla de su dolor, se paseó cerca, cuidó su angustia con silencios, vigiló sus primeros sueños hasta que recuperaron la docilidad nocturna…”
De los ocho, el cuento que más me interesó por la atmósfera que circunda la historia, fue “La reconstrucción del amor”. Una historia que oscila entre ternura y erotismo, entre pasión y conmiseración por la suerte de Fabiana o por los recuerdos que hostigan a Flavio en su relación con ella, cuando era la “pequeña huérfana que cargaba ya con una profunda conciencia de la muerte” y él, apenas tenía veinte años. Y contra quienes pudieran pensar, que el cuento persigue una reclamo a la pederastia, decimos que más que eso, lo que pretende la autora es recrear esa relación íntima entre un Flavio adolescente y una Fabiana infantil, y por eso, expuesta a la suerte de su destino, en donde ella será principio y final de lo que Flavio deberá hacer después para recordarla. Por eso  se auxilia de la puta, quien debe ponerse el camisón rosado que Fabiana usaba, bañarse y salir del baño con la misma pregunta que Fabiana le había hecho alguna vez: -¿Y mi abuelita Mima?, porque él, desde esa ocasión se propuso hacer suya a esa niña, que sin saberlo, le producía los más inquietantes sentimientos: pasión y ternura, conmiseración y amor, todo al mismo tiempo en las entrañas de su cuerpo. Por eso, a los cincuenta, esa relación sigue vigente en la memoria como un suceso que le exige repetir la historia una y otra vez. Y para lograrlo llama a Lola, la puta que le ayuda a reconstruir esa fantasíam donde revive el recuerdo de lo que pasó.
Un buen libro de Lucía. Ojalá que tenga muchos lectores inteligentes que sepan valorar su tarea de escribir.



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