sábado, 4 de diciembre de 2010


PRÓLOGO.
Pensar la poesía es una tarea lo mismo ardua que infrecuente. Samuel Pérez García en este libro se dedica con herramientas de angustia y pasión a pensar la poesía. Lo hace naturalmente partiendo de la poesía misma y de la realidad personal y social en que están inmersos sus hacedores: los poetas. La indagación del autor incide en la condición social del ser poeta y en la naturaleza misma del oficio y su finalidad diversa y unitaria como expresión de un mundo bello, terrible y exacerbadamente humano, concentrado en la singularidad individual expresa por la originalidad de la creación y, en consecuencia, del creador. No opone estas dos realidades porque son una en términos de realidad real. Busca la síntesis tras la máscara o frente a lo sombrío de lo aparente, porque el verso como el pensamiento siempre desemboca y se manifiesta en una sorpresiva y poderosa línea de síntesis. Tampoco es pura ingenuidad originaria en la raíz contradictoria de su pensamiento la pretensión de fundir poesía y recepción popular como fuentes que mutuamente se suministren aguas de pureza sucia. El analista sabe que “no se es hoy para dejar de ser mañana según la conveniencia, aunque se pueda. Estamos siendo a cada instante y este es nuestro infierno: vivir el escándalo de la vida, sin poderlo regir; hacer y ser parte de ese escándalo es nuestro natural modo de ser poeta.”. Por eso añade: “No hay más fines en este siglo que comienza.” Más allá del proselitismo paradójico y casi programático de esta última línea, Samuel Pérez García aspira a un mundo consciente de ser mundo por alimentarse de la canción del mundo que cantan los poetas, por lo humano esencial compartido y retroalimentario de quien es su fuente: el pueblo, para decirlo políticamente; o para decirlo más ancho que el mar en su cuenco terrestre y el vuelo de la gaviota negra en el viento primal, la humanidad, el clan, la tribu.
Leer este libro es un buen ejercicio de humildad frente a la poesía. O.G.

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