miércoles, 2 de septiembre de 2009

EN MEMORIA DE MACARIO MATUS (1943-2009)


Orlando Guillén nació en Acayucan, pero reside actualmente en Barcelona. Es poeta y ensayísta crítico de la mafia literaria habida y por haber en México. Entre su obra póetica sobresale Versario Pirata, Rey de Bastos y Doce poetas catalanes del siglo XX, entre otras. Aquí presentamos su memorial a Macario Matus, poeta oaxaqueño, recién fallecido.



Orlando Guillén

Poeta bilingüe en zapoteco y en español, crítico de arte, traductor al zapoteco de grandes escritores de la literatura universal y periodista cultural de larga trayectoria, Macario Matus nació en Juchitán, Oaxaca, en 1943 y murió en la ciudad de México el 6 de este mes de agosto que ahora se dispone a su vez a morir entre tantos muertos como trajo.
Macario es uno de mis amigos de juventud y en consecuencia compañero de las grandes borracheras de entonces, de las pasiones, los abatidos y bestiales debates, los desconciertos y locuras iluminadas que siguieron entre nosotros a los crímenes de Estado del 68 mexicano contra nuestra generación intelectual y creadora y su proyecto en proceso, ya para siempre histórica e irremediablemente trunco, de cuyo espantoso y para muchos atenazante pasmo civil fuimos sobrevivientes oponiendo obra y voluntad de vida.
He dicho juventud y he dicho vida. Pues bien: Macario es uno de mis amigos de juventud y de toda la vida. De su poesía (en español; no puedo juzgarla en zapoteco), me ocupé en otro lugar de la hemerografía y a él remito a quienes tal registro pueda importarles lo suficiente como para averiguarlo. Los que no, tampoco se pierden mucho. Es mejor leer al autor, y sus libros andan por el mundo.
Toda la vida quiere decir también memoria. A la memoria del amigo y del autor reproduzco
ahora el textículo suyo que sigue, y que publiqué en la revista ZonAeropuerto (noviembre/92-enero/93), que dirigía en aquel momento. Tal material (cuyas erratas corrijo puntualmente) sigue vivo en sustancia, porque en México sólo para peor cambian los modos y las maneras culturales. Es una ponencia presentada al Encuentro de Suplementos Culturales celebrado en Oaxaca en julio de 1992, y de ahí su tono coloquial.

Barcelona, 26 de agosto de 2009.



APUNTES SOBRE
LOS SUPLEMENTOS CULTURALES
Macario Matus

Para Juan Rejano,
quien publicó mis
primeras notas

Disculpen que tenga que usar aquí esta manera de expresar mis ideas acerca de los suplementos culturales. Es una forma telegráfica de los antiguos tiempos: está en clave, y cifrada. Es sólo para invitar a las discusiones y posibles polémicas. Dispensen que no diga nombres, porque siendo yo un obrero de la cultura no debo ofender a ningún director de los suplementos: debo conservar mi puesto. Además, si me despiden, ustedes no me invitarán el próximo año.
Por otro lado, debo anticipar que es muy difícil ser juez y parte, porque hay el riesgo de caer en la complacencia o el denuesto a compañeros y amigos. Bueno. Pero habrá que afrontar la situación y ser amigos de la verdad para dejar de amar la verdad de los amigos.
Los suplementos están en crisis. Lo está el mundo entero. Están los suplementos copados por la censura y la autocensura. Están hechos a capricho y gusto de los directores o coordinadores, lo que en cierta medida puede ser benéfico, y humanamente es natural: porque se ayuda a los compañeros. Pero hay directores que no son periodistas y lo peor: ni siquiera son escritores profesionales.
Algunas secciones o planas o suplementos no se pueden leer, ya que están interesados en temas del extranjero. Son elitistas, xenófobos o de un marcado chovinismo rastacuero. Otros viven de las agencias noticiosas del extranjero y de boletines que emiten las autoridades gubernamentales. Los más miran México tal si fuera una aldea: hacen crítica de danza, teatro, libros y artes plásticas, donde los protagonistas son del extranjero; patéticamente, como para demostrar que son expertos en temas raros. Así, nadie les discutirá sus opiniones.
Muchos con el puesto buscan más fama para su obra personal. Otros abandonan su vocación primera en aras del periodismo cultural. Se han perdido varios talentos en ese intermedio. Pocos son periodistas verdaderos.
La cultura y el periodismo son áreas que se rozan. La noticia y la cultura se hermanan. Son géneros distintos, pero en un momento dado se combinan. Existe la oportunidad de la noticia cultural, y no por eso está exenta de la profundidad del análisis, del juicio crítico, la independencia de los criterios.
Hay suplementos que tienen más texto. Larguísimos o en forma breve. Pero lo mejor del periodismo moderno no debe pasar de dos cuartillas. Los ensayos deben publicarse en revistas. Nunca hay que editar fragmentos de novela. Más bien fragmentos de poemas y cuentos cortos. Pocos publican creación. Unos son más literarios; otros muy gráficos. La gráfica debe tener preponderancia. Cada tema debe ilustrarse con lo tratado. Lo mejor es que el artista de viñetas haga lo que le dé la gana. La fotografía no ha sido empleada debidamente. En lo personal, prefiero la imagen a las palabras insulsas, deliberadamente intelectualizadas. Detesto el lenguaje banal, servil a la nada.
Los interfectos publican profusamente sus textos, buscan grandes firmas y quieren descubrir talento donde no lo hay. Se organizan en pequeñas y grandes mafias de amigos. Recuérdense “Nexos” y “Vuelta” en el reventón de invierno de la UNAM. Hicieron rabietas sólo para recibir la dieta del mismo patrón. Quieren las grandes tajadas del erario y del trono en los castillos del aire. Muchos viven bien en sus torres de papel periódico.
A los jóvenes los ponen a trabajar como negros. A los viejos les pagan generosamente. Cada suplemento tiene pleito casado con los otros, con sus adláteres. Incluso dentro de los mismos espacios de un suplemento se dan zancadillas que duelen hasta donde sí. La mayor parte de sus periodistas o escritores, son colaboradores. O sea: sin plaza. De los pagos casi nadie puede sobrevivir. Sé de más de cuatro secciones culturales que pagan 15 o 20 mil pesos por colaboración. Muchos jóvenes se desencantan y se van a otra actividad.
Lo peor del periodismo cultural es la falta de información de los escribientes. Lo mismo hacen una entrevista o crónica cultural con una instrumentación del siglo pasado. Hablan de todo sin aportar una idea válida. Se prefiere una especialización en cada área. Hay que tener por lo menos 5 especialistas en cada rama, sin que se llegue a los ejemplares monográficos infumables. Un colaborador debe publicar una sola nota en un mismo número. Incluso el director debería de abstenerse de publicar mucho para tener más espacio.
La tan marginada cultura no llega al gran público porque muchos la vuelven más aséptica de lo que es. Se habla de los artistas sólo cuando cumplen años, ganan un premio o se mueren. Nadie puede hablar de un gran artista que no festeje nada.
Parece ser que los monstruos sagrados de la cultura tienen su propia estatua en algunos suplementos. Los grandes críticos de arte repiten adulatoriamente las frases más insólitas sobre sus otros amigos o clientes. Atrás de la colosal crítica en México corre mucho dinero manchado, múltiples vergüenzas.
No hay críticos jóvenes para las artes plásticas. Tampoco de cine, teatro, danza. Si sobresale alguien es aplastado por la indiferencia y el impago a sus furtivas colaboraciones. El más joven de los críticos de arte tiene 60 años. El más ilustre y sabio anda revoloteando por los 90. La mayoría de los críticos de arte en general cobran en las esferas gubernamentales y de paso pellizcan la bolsa del artista o de las editoriales.
El trabajo cultural está de capa caída en lo que respecta a profundidad y seriedad. En términos absolutos el periodismo en México está en su peor momento. Bueno: es que el mundo entero está del carajo, como dijera Efraín Huerta.
Los reporteros de la cultura son improvisados, aunque procedan de escuelas de periodismo (donde, por cierto, imparten clases señores que nada tienen que ver con el periodismo contemporáneo). La cultura no se aprende en las aulas, y en México siempre se está improvisando. Sólo habrá que leer lo que preguntan los grandes entrevistadores de los mejores medios de la cultura.
Todavía hay suplementos, planas y secciones que continúan los pasos de Lizardi (solamente que al revés), o en el peor de los casos imitan burdamente a Norman Mailer. Viven del chisme, el escándalo o la provocación impune. Ignoran cómo es el nuevo periodismo en Europa o Estados Unidos de Norteamérica. Los suplementos de provincia, que los hay, no se cómo se las gastan.
Los suplementos tienen poco espacio y publican ensayos largos, naturalmente del director o los favoritos. Para los demás, “no se deben publicar más de dos cuartillas”.
Los que participan en una edición cultural deberían tener más olfato periodístico. Un buen director de suplementos no tiene por qué ser necesariamente un buen escritor. Un verdadero escritor no debería dilapidar su energía dirigiendo un suplemento y menos por más de dos años. En la «cultura» se exige juventud, belleza y acaso un centavo de genialidad. Hay quienes prefieren a las jóvenes de buen ver. Otros los prefieren chavos, y mejor de buenos bigotes.
La competencia es tremenda. Los únicos que son invitados a colaborar profusamente son Monsivais y Octavio Paz. Carlos Fuentes exporta ensayos dirigidos a los mexicanos desde los Estados Unidos. Allá malgasta su imaginación ganando a pulso todos los dólares que quiere. El, como muchos gallones y gandallas famosos cobran con sólo hablar. Bueno: tampoco son maquinazos ni fusiles de piratas trasnochados.
El único que ejerció correctamente el periodismo cultural es García Márquez. Dejó de hacerlo para desarrollar su labor respetable de novelista. Lo mismo hizo brillantemente Roa Bastos. Los que no se contaminaron fueron Onetti, Sabato, Bioy Casares, Borges y mi amadísimo maestro Rulfo. Ellos se entregaron con pasión a sus deberes frente a la gran literatura.
En este ancho y querídismo país nuestro los temas culturales y artísticos son considerados espacios de relleno. Cuando hay algún discurso de un personaje político de tercera categoría, hacen desaparecer las secciones culturales.
El poderoso periódico “El Financiero” no tiene suplemento. Tampoco “El Universal”. Ambos en cambio tienen planas diarias.
San Fernando Benítez ha sido un magistral director de suplementos. Descubrió para bien de la cultura a Monsivais, a José Emilio Pacheco y a Vicente Rojo. Pero estos muchachitos frisan ya los 60 años de edad.
Monsivais es un cronista. Pacheco es mejor inventariador de datos culturales y fraguador de ensayos literarios. En cambio sus novelas y poemas carecen de originalidad creativa, imaginativa. Es de los que no son creadores artísticos de elevado rango.
Después de esa “brillante” generación no hay grandes protagonistas, de valía histórica, nombrables, pronunciables, dentro de los suplementos y revistas. Bueno: el talento no brota ni mana de manera espontánea. Eso sí: se está forjando alguno en alguna parte donde mis ojos no vislumbran.
Disculpen lo que les ha expresado un periodista de lo cultural. Uno que sólo ha pepenado unos pequeños poemitas y unos cuentecillos de poca monta. Ha sido un anónimo periodista que no ha hecho la gran obra ni la hará, porque ha perdido el tiempo en los pasillos de la redacción de los suplementos culturales.


www.floresdeuxmal.com

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